Página:Amalia - Tomo III (1909).pdf/297

Esta página no ha sido corregida
— 293 —

Creo que mi amigo no ha emitido ideas suyas ni tenido tal intención observó Eduardo mirando al señor Mandeville, sonriendo y mostrando sus blanquísimos dientes.

—Y tanto no ha hablado á mi nombre, que estoy por creer que habré dielo una porción de desatinos al referir de memoria lo que dicen en Montevideo y que suclo leer cn los periodicos.

—Señor Bello—dijo el estuto inglés, ya no agradezco á usted tanto su visita, porque esta noche me quitará usted un par de horas de sueño, haciendo algunos apuntes para mí solo. Y para ir desterrando el sueño, tomaremos un poco de vino; y el mismo sirvió de unas botellas colocadas en una mesa, y los tres, después de tomar un poco de Jerez, se pusieron & pasear de uno á obro extremo de la sala, con esa respetuosa familiarided de los hombres de buen tono que uí se quedan atrás ni van más adelante de lo que es debido.

—Yo acepto el vino, pero no los apuntes—le había contestado Daniel.

Me explica usted eso, mi querido señor Bello?

—Nada más fácil, señor Mandeville: an esta época no pueden hacer apuntes sino los ministros extranjeros. Nadie está libre de un anemigo, de una calumnia, qué sé yo. Qué feliz es usted, señor Mandeville | Vivir en esta casa es como cstar en Inglaterra.

—Son inmunidades recíprocas. La Legación argentina es la República Argentina en Londres.

Y sabe usted que me sorprerle una cosa, señor Mandeville?—dijo Daniel parando sus pasos y mirando al Ministro con una fisonomía la más sorprendida posible, B