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tánico pudliese caber el sacrificio de un amigo leal como la República Argentina, por el interés de embarazar la marcha del Gobierno francés, poco adelantaríamos, señor Mandeville, con el tratado á que probablemente arribará el barón de Mackau. Pero yo estoy seguro de que el Gobierno británico no sacrificará las simpatías argentinas, ni por hostilizar al Gobierno francés ni por corresponder á la reacción que en el Estado Oriental va á operarse en favor de Inglaterra.

Cómo, cómo, señor Bello?

—Quiero decir que, abandonadas por la Francia la República Oriental y la numerosa emigración argentina que hay allí, después de los compromisos anteriores, tan solemnes, es muy probeble que, obrándose on el espíritu público una reacción muy desventajosa para la influencia francesa en estos países, por un movimiento consiguiente y lógico, las simpatías públicas se vuelvan hacia la Inglaterra, que fué tan leal en otra época en sus trabajos por la independencia oriental.

—Ah, sí, cierto. La independencia oriental es debida, hasta cierto punto, á los buenos oficios de la Inglaterra.

—Asi es que continuó Daniel,—perdida la influencia francesa en estos países, y llegado el caso en que peligrase la independencia oriental, la acción de la Inglaterra, no sólo sería eficaz, sinotambién un golpe habilísimo para conquistar á favor suyo todo el terreno perdido por la Francia en países tan llenos de porvenir como los del Plata.

—Señor Bello, usted sería un embajador peligroso para el ge ral Rosas—dijo Mandeville, quo no había perdido una sola palabra de cuantas pronunciara su interlocutor.