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observó Eduardo, y sólo á las cinco de la tarde se ha recibido la noticia por una ballenera.

De suerte que estamos en la crisis?—dijo Mandeville jugando con sus uñas, como era su costumbre cuando se preocupaba de algo.

Y no es eso lo mejor.

—¿Hay más?

1 Friolera, scuor Maudeville! Sabe usted que hasta ahora todos esporábamos ver llegar en actitud hostil al enviado francés, ¿no es así?

—Sí, sí, ¿y bien?

—Pues nada menos que llega con las más sanas y pacíficas intenciones.

—¡Ah, qué felicidad !

—Para nosotros.

—Para todos, señor Bello.

—Menos para la cuestión do Oriente.

—Sí, algo puede haber de eso.

—Un embarazo menos para la Francia es un embarazo más para la paz europea en estos momentos. Felizmente, les relaciones hoy existentes entre la Inglaterra 3 la Francia, nos garanten, hasta cierto punto, el resultado de la misión Mackau.

—El Gobierno británico no titubearía—observó Mandeville, en ofrecer todos sus buenos oficios en esta cuestión.

—No quise decir eso—replicó Bello. Quise decir que, si la Inglaterra tuviese interés en distraer algo la atención de la Francia con su cuestión del Plata, hoy se le ofrecería una brillanto oportunidad. Precisamente venía yo hablando de eso con el señor Belgrano.

—Sin embargo... si las instrucciones del Barón de Mackau son de arreglar á todo trance