Página:Amalia - Tomo III (1909).pdf/288

Esta página no ha sido corregida
— 284 —

señor Ministro de S. M. B., caballero Mandeville.

El carruaje no había dejado de llamar en su tránsito la atención de los que lo vefan á sentían; porque, en esos días de republicanismo federal, los coches se habían guardado, y la mayor parte de los caballos fué ofrecida al Restaurador, ó arriada federalmente. Y al parar el carruaje en la casa del Ministro inglés, no faltaron curiosos que abricran los ojos para ver aquella novedad.

El ecchero abrió la portezuela, y dos hombres hajaron.

Uno de ellos, sin embargo, quedó parado en el estribo vuelto el cuerpo hacia adentro, y empezó á cambiar este ligero diálogo con otro individuo que no se había movido del asiento delantero en que venía.

—¿Recuerda usted bien todo, uni querido maestro?—preguntó el que se había quedado medio afuera y medio adentro.

—Si, Daniel, pero...

—¿Pero qué?

Y no sería mejor saber si cstá el señor Ministro, antes de que partiera aislado y solo por estas lúgubres calles, á estas horas, y encerrado en este vehículo?

—Nada importa eso; si no está, lo esperaremos, y cuando usted vuelva, aqui nos hallará.

Y si el Padre Guardián no preguntase?...

—Ya se lo he dicho á usted cien veces. No debe usted contestar directamente á ninguna pregunta. Si quieren ó no prestarse á lo que se les pide, cueste el dinero que cueste: eso es todo.

—Y por fuerza ha de ser sobrino mío?

—O hijo.