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có á la pequeña mesa colocada junto á su lecho, y se arrodilló delante del crucifijo de oro incrustado en ébano, que otra vez hemos visto en ese mismo lugar.

— De rodillas, suelto el cabello, descansando sug brazos sobre el borde de la mesa, y sus manos oprimiendo la cruz, bella como una Magdalena, sólo el Hijo de Dios que la escuchaba, sólo la mirada de Dios, derramada en el aire y en la luz del Universo, pudieron oir las sentidas palabras do aquella alma, y leer la verdad del sentimiento, de la fe y de la esperanza, en aquella purísima conciencia.

XIV

ASILO INGLÉS

Tenezzos que retroceder con el lector para recoger ciertos personajes de esta historia, pocos días después de aquella noche de esperanzas y de desengaños para los diez jóvenes reunidos en cl almacén de la calle de la Universidad.

En efecto, pocos días después de aquella noche, un coche tirado por dos briosos caballos enfilaba la calle de la Reconquista, con dirección ú Barracas, y á poco rato paraba en la quinta del