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—Me lo pondría.

—Pues ese es.

—Me lo pondría porque hoy es la primera vez de mi vida, que tengo la vanidad de querer estar bien, muy bien, Luisa.

Nada más que muy bien?

—Nunca.

—Y...

Y?

—Y muy linda—dijo Amalia, poniendo sus manos sobre la cabeza de Luisa, cubriéndose de carmin sus mejillas, pasando relámpagos de sonrisa por sus labios, radiante de felicidad, y abochornada de su confesión.

AUGAR

G Y cuándo no lo está usted, señora?—dijo la niña tomándole las manos.

277 —¿Cuál?

—Aquél.www —Siempre.

—Pero hoy quiero estarlo, Luisa, para él, para él solo. Es el día de su destino y del mio. ¡El día de nuestra felicidad y de nuestra separación! Ds nuestra separación, Dios mío!—exclamó Amalia, cubriéndose los ojos con sus manos.

—Pero separación de ocho ó quince díus, señore. Vamos: si usted va á llorar como esta mañana cuando se despertó, va usted á estar muy mal para la noche.

No, no, Luisa, no es nada—exciamó Amalia abriendo sus magníficos ojos y sacudiendo su cabeza como para despejarla de las ideas que acababan de cruzar por ésta, no es nada; dame otro vestido.

Fl del sofá?

—Si.