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El almirante debía partir para Buenos Aires en s primeros días de octubre. Y allí se iba a jugar última esperanza de la época contra un nuevo iunfo para Rosas.

Pero aun cuando la última expresión de esa neDeiación fusse desfavorable al tirano, era imponte á su vez para estancar la sangre en las veas abiertas de ese puoblo infeliz.

Ja skad Los negocios, franceses ya eran sólo esperanas para los emigrados. Para el pueblo de Buenos ires no había esperanza sino en Dios.

Las cúrceles se llenaban de ciudadanoslas calles se tenían de sangre.

El hogar doméstico era invadido.

Las madres querían volver á sus entrañas á s hijos. Cadu mirada del padre sobre ellos era n adiós del alma, era una bendición que les chaba, temiendo á cada instante ser asesinado cu edio de ellos.

Y el aire y la luz llevaban hasta Dios la oración tima de todo un pueblo que no tenía sino la uerte sobre su cabeza..

XIII

EL TRAJE DE BODA

Era el 5 de octubre.

La ciudad, pintada toda de colorado, estaba estida de banderas: invención del Dictador para ada festejo federal. Ese día era el aniversario de