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rior, porque alguna de esas palabras ha de venir á la patria en el aire, en la luz, en la ola. Mi presencia todavía es necesaria en Buenos Aires por algunas semanas; pero la vuestra, no. Hasta ahora he tratado de ser el dique de la emigración.

Ahora la escena ha cambiado, y scré su puente.

Al extranjero, pues. Pero siempre rondando las puertas de la patria. Siempre golpeando á ellas.

Siempre haciendo sentir al bárbaro que la libertad aún tiene un eco; teniéndolo siempre en lucha para gastarle su fuerza, sus medios, eu terror mismo. He ahí nuestro programa por muchos años. Es un combate de sangre, de espíritu, de vida, en el que vamos a entrar. Aquel que sobreviva de nosotros, cuando la libertad sea conquistada, enseñe á nuestros hijos que esa libertad durará poco, si la sociedad no es un solo hombre para defenderla; que no tendrán patria, libertad ni leyes, ni roligión, ni virtud pública, mientras el espíritu de asociación no mate al cáncer del individualismo, que ha hecho y hace la desgracia de nuestra generación. Abracémonos y despidámonos hasta el extranjero.

Las lágrimas corrían por el semblante de todos; pocos momentos antos tan llenos de esperanzas y de sueños de libertad y de triunfo, y un momento después sólo quedaba en aquel lugar de tantísimo desengaño el encargado de cerrar las puertas y de guardar las armas.

Al cerrar este capítulo, en el que la novela ha sido una verdadera historia, pues que tal reunión tuvo lugar, en efecto, en la noche del ó de septiembre de 184 con algunos de los incidentes que se han referido, quercanos apoyar las palabras del héroc del romance sobre su gran tema