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de Rosas. El momento so ha perdido. La reacción del espíritu vendrá en el numeroso partido federal, y repuesto de su primera impresión, será diez veces más fuerte que nosotros. Dentro de dos horas, en este momento mismo, el general Lavalle podía tomar á Buenos Aires. Mañana ya será impotente, López lo sacará de la provincia.

Y, entretanto, Rosas levantará otro ejército sobre su retaguardia.

Pero, cómo se sabe su retirada ?—preguntó uno.

Me credis ó no? Si me creéis, evitad preguntas cuya respuesta á nada conducirá—contestó Daniel con sequedad.—Bástenos saber que hoy, 8 de septiembre, ha emprendido su retiradin, después de haber llegado hasta Merlo, y que la noticia de la retirada la he recibido hace media hora.

—Bien; es preciso comunicársela é los otros.

A cuáles otros?—preguntó Eduardo.

—¡Pues qué no hay en el barrio alguna otra reunión de nuestros amigos?

Daniel se sonrió de un modo cruel, puede decirse, pues que le ironía y el desprecio se dibujaron en su expresivo rostro.

—No, señores contestó, no hay más reunión que la presente. Hace quince días que tuve la palabra de cuarenta hombres para este caso, Después se me redujo á treinta. Ayer á veinte. Ahora os cuento y no hallo sino diez. ¿Y sabéis lo que es esto? La filosofía de la dictadura de Rosas.

Nuestros hábitos de desunión, en la parte más culta de la sociedad; nuestra falta de asociación en todo y para todo; nuestra vida de individualismo: nuestra apatia; nuestro abandono; nues-