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Diablo! El más no se me había ocurrido hasta ahora—repuso otro.

—Y, sin embargo, así es—replicó Daniel.

—Pero explicaos, con mil santos—exclamó el defensor de los militares.

—Nada más fácil, amigo mío—contestó Daniel.

Y prosiguió:

— —Lavalle ha emprendido su retirada á las seis de la tarde de hoy, desde Merlo. Y á mi juicio esto importa la derrota de nuestra causa por muchos años, cosa que es de más importancie, sin duda, que la derrota de un ejército.

Un largo silencio sucedió á aquella declaración.

Un frío glacial heló la sangre en el corazón de todos. Esa noticia era precisamente la que menos se esperaba.

Eduardo rompió el silencio.

—Sin embargo—dijo,—Bello no lo ha dicho todo. Es cierto que Lavalle ha contramarchado.

Pero entiendo, según las mismas noticias de Daniel, que va á dar un golpe á López que le está incomodando su retaguardia, para volver después libre de ese inconveniente, á operar sobre Ro886, —Claro está—repuso otro.—Ahora ya entiendo. Quiere decir que todo el susto que nos ha dado Bello, no tiene más fundamento que la demora del triunfo por algunos días.

—Indudable—dijeron todos.

—Cierto.

—Pensad como gustéis, señores —replicó Daniel.—Para mi, esto está concluido. La empresa del general Lavalle para tener éxito, debía obrer más sobre la moral que sobre la fuerza material