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Puede ser que no se equivoque usted.

— Por supuesto, un cañonazo de gacetas harfa un estrago terrible en el campamento de Rosas !

—Eso ya es personal, caballero.

—Pero, señores, por amor de Dios—dijo otro que no había hablado todavía, es posible que no podamos estar juntos cuatro argentinos, sin que nos pongamos en anarquía? ¿Todavía no hemos vencido á Rosas, y ya nos ponemos á disputar sobre si el elemento militar ha sido más poderoso para derrocarlo que la propaganda literaria?

—Es que...

Un golpe en la puerta interrumpió la respuesta y llamó la atención de todos, mientras se fué á abrir porque se había llamado del modo convenido.

Un instante después, Daniel y Eduardo esteban rodeados de los diez personajes que all había.

Los dos jóvenes venían de poncho y con grandes divisas federales en el sombrero. Pero ambos, y más especialmente Daniel, tenían en su rostro una expresión de dolor y de despecho, marcada por el pincel de la Naturaleza con toda la verdad y la elocuencia de sus obras maestras. Se leís, puede decirse, en la cara de aquellos jóvenes, todo cuanto pasaba en su alma en ese instante. Y tanto, que el presunto invasor á los papeles de Rosas no pudo contenerse y les dijo:

—La cara de cada uno de ustedes es un boletin de Rosas, en que nos da cuenta de la derrota de Lavalle.

—No contestó Danielsido derrotado. Es más que w No, Lavalle no ha eso: