Página:Amalia - Tomo III (1909).pdf/256

Esta página no ha sido corregida
— 252 —

—Mujor—repuso 252 otro, levantándose y dando algunos pasos.

—Si, cierto—agregó un tercero,—si no hubiera nada, ya lo sabríamos á estas horas.

—Yo creo que la entrada no será hasta la madrugada—observó otro levantándose también, pues que todos estaban sentados sobre cajones de vino, en rededor de la vela..

—Pero, ¿cómo es que no vienen los demás?

—Es que no sabemos cuántos somos.

To lo ha dicho Belgrano?

—No.

—Tampoco me ha dicho Bello el número de los que debíamos de reunirnos.

Y qué importa el número?

Torna, si importa! ¿Cree usted que con los que estamos aquí podemos hacer gran cosa?repuso el que allí parecía el mayor de todos, co obstante que apenas representaba treinta y cinco años, teniendo en toda su figura un no sé qué de aire roilitar.

—Yo sé lo que ha de ser—díjo otro.

—Qué? preguntaron varios.

—Que Bello y Belgrano lian de hebor señalado varios puntos de reunión en esta misma manzana, ó en la misma cuadra tal vez, y concertado la seña para el momento en que nos hagamos duenos de esta casa y nos subamos á la azotea como a casa nuestra, á pesar de los gritos que quieran dar sus dueños, si es que los federales tienen fuerzas para gritar dentro de algunas horas.

—Eso parece una explicación—repuso el personajo de aire marcial.—Porque continuó,—no es que con diez ó doce hombres no podamos apagar los fuegos de todas las azoteas de esta calle,