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de altos que dominaba casi toda la calle de la Universidad. (1) Los que llegaban llamaban de un modo especial, y la puerta del almacén se abría para cerrar—.se en el acto.

Apenas, allá en el fondo, se distinguía la débil claridad de una luz, colocada tras una pila de cajones de vino, y en derredor de la cual iban juntándose los que llegaban. Y a pesar de la distancia que mediaba entre la calle y el fondo del almacén en que se hallaban, la conversación, aunque anirnada, se sostenia, sin embargo, en voz baja. Pero esta precaución se explicaba por la circunstancia de que la casa de altos, á que pertenecía el almacén, y con la cual se comunicaba por una puerta al patio, estaba habitada en esa época por una familia federal. Pero lo que el sorprendia era ver que hablan quitado de la parte interior de la puerta los efectos que había amontonados contra ésta y desclavado una gruesa tabla que cruzaba las hojas; y, por último, llamaba la atención, más que todo cuanto se ha descrito, una hilera de fusiles, puesta cerca de la puerta del patio, entre unos barriles de vino y la pared.

Todo este aparato, en aquel lugar, bajo tal misterio, á semejantes horas y en aquellos tiempos, era más que suficiente para que la muerte se dejase de andar revolviendo los cabellos do cuantas cabezas allí había.

—Las diez—dijo uno acercando su reloj á la vela de scho que ardía sobre un candelero de metal, puesto en el suelo.

(1) En toda esta obra se usa como es natural, la momenclatura que tenían las calles en 1810, on que tienen lugar los acontecimientos quo redore.