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dibujarse en el gran cuadro de ese episodio lúgubre de nuestra vida, sea la figura de don Juan Manuel Rosas. Porque lo más sensible para la historia argentina no será, por cierto, tener que referir la existencia de un tirano, sino que ese tirano fuese Rosas.

— Rosas fué un tirano ignorante y vulgar. A ningun fin político iban sus pasos. Ninguna alta idea formaba el centro de sus acciones. Y tras su vida política no debía quedar sino un recuerdo repugnante.

Sólo el crimen fué sistemático en ese hombre.

Pues ese tan ponderado sistema de su americanismo para repeler toda ingerencie europea entre nosotros, defendiendo constantemente la dignidad de la bandera azul y blanca, fué una larga mentira del Dictador, inventada para despertar en favor suyo las susceptibilidades nacionales; á lo menos la historia de sus propios actos así lo proclama.

Mucho antes de su jactancioso patriotismo americano, y en la edad en que el hombre es más susceptible de la ebullición de los sentimientos patrióticos, exagerados con frecuencia por el calor de la sangre y por los arranques impetuosos del carácter personal, Rosas habíase puesto de parte de los extranjeros y aplaudido un acto de piratería ejercido contra el pabellón nacional.

Después de la revolución de 1.º de diciembre de 1828, un hecho escandaloso fué cometido por el comandante M. de Venancourt, al mando de las fuerzas francesas en estas aguas, contra nuestra pequeña escuadra, asaltada en medio de la noche por les ipulaciones francesas. Don Juan Manuel Rosas, en armas ya contra la revolución,