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el Gobierno personal y tiránico, bajo el ejemplo de sus medios bárbaros. Un Gobierno tanto más funesto, cuanto que debía dejar inoculados en ta sangre de una generación que se levantaba á la vida, los malos hábitos de los pueblos que nacen y se educan bajo el imperio de los déapotas, cu que la dignidad humana es escaruecida; la obediencia irreflexiva y ciega, una condición de la existencia individual; y las ideas y los intereses sociales, plantas exóticas en el terreno de esc Gobierno.

La ausencia de todo espíritu de comunidad y asociación había conservado hasta entonces el mal Gobierno de don Juan Manuel Rosas, como habla servido en gran parte á la anarquía, que lo produjo. Y la prolongación de aquel Gobierno iba á acabar de ahondar ese mal generador, en la tierra virgen de una sociedad sin hábitos ni creencias todavía. De ese modo se preparaban para lo futuro funestos y tenibles sintomas de resistencia á la reacción que apareciese contra ese orden de cosas, en que ya no habría que luchar contra el tirano, sino contra los resabios de la tiranje.

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Rosas había triunfado sin vencer. Y desde entoncos, todas las cuestiones lejanas que rodenben el horizonte de su Gobiemo, iban é cedler poco & poco, y por sí solas, en la pondiente de su fortuna, ó más bion, en el terreno de la fatalidad historica; porque los cuadros históricos que ofrece al estudio la vida de los pueblos, ni quedan, ni se presentan incompletos nunca.

La República Argentina, como pueblo nuevo, había completado ya, en quince años, su epopeya de combates y de glorias, y puesto con su lanza el sello de su fuerza militar en la América, y de