No, señora, mil gracias; usted es la que debe descansar del mal rato que le he dado.
Y retirándose Santa Coloma, todavía no se ponía el sombrero.
—Buenas noches—dijo Amalia y cerró su ven— tana.
Un minuto después estaba desmayada sobre el sofá.
PRIMAVERA DE SANGRE
Ya los pájaros cantaban al asomar el día el himno misterioso de la Naturaleza á su Criador.
La golondrina volvía de sus calientes climas, y cruzaba rápida y sin destino, como las imágenes del delirio.
El duraznero ostentaba todo el lujo de sus estrellas color de rosas y violetas; y entre los glóbulos dorados de su flor se cuajaba el germen de su exquisito fruto.
El nardo se levantaba altivo, como la palmera del desierto; y au pie la tímida violeta se escondía entre sus pabellones de esmeralda, lastimada por su punzante aroma.
El jacinto asomaba gracioso á respirar el aire primaveral que lo rizaba. Y la espléndida reina