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—Por el contrario; lo que es imposible es que haya llegado una bala de tercerola á cincuenta varas de la ballenera. Han visto su scmbra en el agua y han tirado al acaso.

— Pero toda la costa está vigilada? ¿y Danicl?

¡cómo desembarca Daniel, Dios mío!

—Bajará á la madrugada, hora en que se retiran las patrullas.

—Y Fermin le ha llevado el caballo?

—Sí, señora—respondió Luisa que entraba con una taza de té para Amalia.

En ese momento Eduardo volvió á levantarse y á pasar al comedor para escuchar de nuevo por la ventana. Una idea hacía rato que estaba cruzando por su cabeza, y que era lo único que lo inquietaba.

Apenas haría tres minutos que estaba recostado contra la reja, cuando creyó percibir cierto ruido por el Bajo.

Un momento después ese ruido cre más perceptible, y no podía dudarse ya de que lo originaba la marcha de muchos caballos.

De repente, el rumor de la marcha de la caballería cesó, pero pudo distinguirse el eco confuso de algunas voces al pie de la barranca. En seguida volvió a sentirse la marcha de los caballos.

—No hay duda—se dijo Eduardo, esta es la patrulla que ha hecho fuego. Se ha parado al pie de la barranca, y probablemente han hablado de esta casa. No hay duda; van á dar la vuelta para venir por el camino de arriba. Fatalidad, fatalidad! y el joven se mordió los labios hasta sacarse sangre.

Al entrar en la sala, Amalia, que leia tan bien en el semblante de su amado, comprendió que al-