. 226 Al salir afuera de la casa, Daniel la hizo parar un momento.
—¿Qué se espera?—preguntó Eduardo que daba el brazo á Florencia, mientras madama Dupasquier se apoyaba en el de Daniel.
—Esto—dijo Daniel señalando un bulto que veía subir por la barranca.
Daniel dejó el brazo de madama Dupasquier y se adelantó.
—¿Hay alguien, Fermín?
—Nadie, señor.
¿En qué distancia ?
—Como á cuatro cuadras de un lado á otro.
Se ve desde tierra la ballenera?
—Ahora, señor, porque acaba de atracar á las toscas; el río está muy crecido, y se puede subir sin mojarse.
—Bien, pues. ¿Recuerdas todo?
—Sí, señor.
" —Mi caballo desde ahora mismo en la Peña Blanca, como á tres cuartos de legua de aquí.
Bastante adentro del agua, para quedar cubiertos por la Peña Grande. Allí he de desembarcar dentro de dos horas. Pero con toda precaución monta á caballo ya y vete á esperarme.
—Bien, señor.
La comitiva ya estaba impaciente é intrigada por la demora de Daniel. Pero éste los tranquilizó luego y descendieron la barranca.
El aire de la noche parecía vigorizar á la enferma, pues caminaba con una notable serenidad, apoyada en el brazo de su futuro hijo.
Delante de ellos iba Florencia con Eduardo.
Y abriendo la marcha de la comitiva iba Amalia con la pequeña Luisa de la mano.