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porque pasaría su corazón, si nos rodease de repente un conflicto. Es miedo de que quedase sola, con su padre ausonte, con su madre casi expirando, y sin mi apoyo en esta tormenta de crímenos que se cierne sobre nuestras cabezas. Es miedo per la desgracia del ser amado, que sólo sienten ciertos corazones, ciertos caracteres en la vida.

¿Me comprendes ahora?

—Si, y lo peor es que me has inoculado ese miedo en que no había pensado, á fe mía: miedo de morir, no por morir, sino por los que quedan vivos. ¿No es eso?

—Si, Eduardo; cuando uno tiene la conciencia de que es amado, cuando uno ama de veras, la vida se raparte, se encarna con otra vida, y al morir queda un pedazo de uno mismo en la tierra, y eso es lo que se siente.

1 —Pero, en fin, ya estamos cerca, Daniel; dentro de diez minutos estaremos ellí. ¡Pobrecita !

Tu Florencia siquiera viene con nosotros; pero ella, ella está sola desde ayer, jah! 1 pensar que pasado mafiana, que mañana tal vez, puede cesar esta horrible vida que llevamos! Prófugos, parias en nuestro propio país, en nuestra misma casa!.

!...

Mira, Daniel, creo que cuando respire el clor á la pólvora, cuando sienta el prizer escuadrón de Lavalle, y salgaros los veinte que ya somos, con nuestros fusiles, creo, te digo, que voy á empezar á tirar tiros al aire, por respirer pólvora, si esa canalla de Rosas no quiere que se los tiremos el pecho. ¿Crees que estén aquí pasado maana?

—Si—repuso Daniel, ese es el orden de las marchas. Puede emprenderse el ataque pasado mañana; y os esa ia razón por que he instado tanto por el viaje quo se va á efectuar esta noche.