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á cuya luz echaba una mirada de vez en cuando á una rosa náutica que sujetaba el pequeño plano, mostraba luego con la mano, y sin hablar una palabra, la dirección que debía dar á la ballonera el patrón que dirigía el timón. Y á la luz también de esa linterna colocada en el fondo de la ballenera, se distinguían los fusiles de los marineros, colocados de babor á estribor.

Como al cabo de una hora, el oficial consultó su reloj, é hizo en seguida un examen más detenido de la aguja, del plano, y de la dirección de la ballenera; y mandó luego arriar la vela, y seguir á remo en la dirección que indicó, después de colocar bajo un banco de popa la linterna. La parte superior de los rernos estaba envuelta en loma, y apenas se percibía el débil rumor de la pala en el agua.

Las luces de la ciudad se habían perdidu completamente á la vista; y sólo, hacia la izquierda, se percibía la forma de la costa indefinible y negra, y que aparecía más y más elevada, á medida que la ballenera avanzaba con más rapidez al impulso de los remos, que antes al del paño.

Al cabo, el oficial dijo una palabra al timonero, y la ballenera viró un tercio más hacia la costa ; y, á otra palabra del patrón, los marineros empezaron á tocar apenas con la punta del remo la superficie del agua, y la embarcación perdió más de la mitad de su marcha.

Entonces el joven se sentó en el piso de popa, tomó la linterna, observó con mucha atención la aguja y las indicaciones del plano, y después de un rato levantó su brazo, sin quitar los ojos de la aguja y de la carta.

A esta acción los marineros dieron, por una sola