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VIII

LA BALLENERA

La noche estaba nebulosa, pero suave; el río tranquilo; una brisa fresca, pero dulce, picaba ligerisimamente las aguas que, en alta marea, cubrían las peñas de las costas y se derramaban sin rumor en las pequeñas ensenadas de sus orillas.

Apenas de vez en cuando se dejaba ver una que otra estrella en el firmamento & través de los pardos celejes, como aparece una que otra esperanza, en el cristal empañado de una alma desgraciada.

A las nueve de esa noche una embarcación había desprendidose del costado de una de las corbetas bloqueadoras, con un joven oficial francés, el patrón y ocho marineres.

En la primera hora la ballenera corrió á lo largo con su proa al Oeste cuarta al Norte, con su vela englobada, ligera y graciosa como una creación de la noche posada en el ala de la brisa, mientras que el joven oficial, envuelto en su capa, y tendido sobre el banco de popa, con esa indolencia característica del marino, sólo bajaba su vista de rato en rato, & ver una pequeña carta abierta á sus pies; y alumbrado por una linterna