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usted ve, Manuelita, que alguna de esas dos órdenes no es del señor Gobernador.

—Cierto. Es bien singular!

[ —Para mí no ha habido épocas buenas ni malas en servicio del general Rosas, ni las habrá nunca. Pero no me anima la misma voluntad en servir á otras personas que obren por intereses particulares y no de la causa.

—Créame usted, Victorica, que he de hablar & tatita sobre esto la primera vez que me see posibleph — —Esta señora me da más que hacer que el señor Gobernador.

Esta señora! ¿Qué señora?

—No ha comprendido usted que me estoy refiriendo á doña María Josefa ?

— Ah, síly sin embargo, Manuela no había comprendido tal cosa, porque poca atención prestaba, en efecto, & todo cuanto no fuera relativo á la situación que rodeaba á su padre en esos momentos.

—Esa señora—prosiguió Victorica,—tiene un especial interés en que se vigilen las costas para que no se vayan los uniterios; y si por mí fuera, los dejaría ir é todos.

—Y yo tarabién—agregó Manuela con prontitud.

—Hoy me mandó orden de hacer espiar de nuevo una casa, donde yo sé muy bien que hasta las paredes son unitarias. Pero qué sacamos con espiarla? Ni se me dice lo que se debe vigilar, ni qué haré si encuentro tal ó tal cosa.

—Ya, —En seguida, orden, á nombre de Su Excelon-