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—St.

. 208 Mi ¿Y por qué, Victorica?

—Porque á las seis mandé un comisario de policía con el parte del día al señor Gobernador.

—Bien, gracias.

—Estará aquí á las nueve cuando más.

—¡Ojalá! ¿Y cree usted, que estén muy cercá ya de Santos Lugares?

—No es probable. Ancche acampó Lavalle en la estancia de Bravo. A las diez y media de la mañana de hoy estaban á tres leguas de Merlo; y á estas horas se hallarán, cuando más, á una legua de ese punto; es decir á dos leguas de nuestro campamento.

Y esta noche?

Cóino?

No se marcharán esta noche?—repuso Manuela pendiente de las palabras de Victorica.

—¡Oh, no!—contestó éste, — esta noche no marcharán, ni tal vez mañana. Lavalle trae poca gente, señorita, y tendrá que prepararla muy bien.

Y qué número ascienden las fuerzas de Lavalle? Digame usted la verdad, yo se lo ruego —prosiguió Manuela que hablaba casi al oído dol jefe de policía.

—¿La verdad?

—St, sí, la verdad.

—Es que no se puede preguntar así nó más por esa señora; porque hoy es muy difícil encontrarla.

Pero, según los datos que me parecen más seguros, Lavalle trae tres mil hombres.

Tres Inil hombres, y decían que apenas ticne ill—exclamó la joven.