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teamericanos, poseedores del secreto y de las personas de los que emigraban, sin ignorar la alta posición que muchos de ellos tenían en la sociedad—lo que habría importádoles una altísima recompensa de parte de Rosas,—no hubo uno solo que vendiese el secreto ni la confianza que se depositaba en él.

VII

EL JEFE DE RONDA

Dos días después de aquel en que Pílades había pasado por tanta agitación de espíritu y de cuerpo, en las calles, y en la casa de su amigo Orestes, es decir, el 5 de septiembre, Buenos Aires era toda confusión y anarquía en las ideas, en los temores y en las esperanzas; todo silencio y reconcentración en los enemigos de la dictadura, mientras los federales se hallaban en una agitación nerviosa que los ponía en continuo movimiento: era que desde las once se sabía que el ejército libertador estaba á una legua de la capilla de Merlo; y por consiguiente, que al otro día podía estar sobre Santos Lugares ó en la ciudad misma.

No se puede decir que la aproximación de los enemigos de Dios y de los hombres aumentase el personal de las fuerzas amontonadas en la fortaleza, en el cuartel de serenos, en el de Ravelo, etcétera. Pero, sí, puede decirse, que los religiosos