Página:Amalia - Tomo III (1909).pdf/200

Esta página no ha sido corregida
— 196 —

y mirando á Eduardo con ojos que querían salirscle de las órbitas.

T —Pues—prosiguió Daniel, y como usted es secretario de Arana, y el señor es secretario de Lavalle, resulta que son ustedes colegas.

— Secretario de Lavalle y conversando conmigo!

—Y huésped de usted hace pocos días.

— Y huésped mío!

—Y agradecidísimo, por otra parte. Y tanto, que mi primera visita será para usted dentro de dos ó trés días, mi querido colega.

Usted en mi casa? No, soñor, ni estoy ni puedo estar en mi casa para usted.

—¡Ah! eso es otra cosa. Yo esperaba ir å visitar á mi antiguo maestro con algunos discípulos suyos que vienen en el ejército libertador, y que podrían servirle de garantía en las muy justas represalias que pensamos tomar con todos los servidores de Rosas y de Arana. Pero, si usted no quiere, cada uno es dueño de dejarse ahorcar.

—Pero, señor secretario—repuso don Cándido que verdaderamente se hallaba en una perplejidad lastimosa, si yo no hablo en el caso de que estén aquí los bravos é impertérritos defensores de Su Excelencia el señor general Lavalle; sino...

Daniel... habla por mí, hijo mío... yo tengo la cabeza como un horno.

—No hay nada que hablar, señor—repusO aquél, todo lo ha comprendido su colega de usted. Todos nos entendemos, ó más bien, todos nos hemos de entender.

—Menos yo, mi querido Daniel, que bajaré al sepulcro sin entender, sin comprender, sii saber