Página:Amalia - Tomo III (1909).pdf/20

Esta página no ha sido corregida
— 16 —

de casa del señor gobernador delegado, de quien soy secretario.

Pero usted iba á alcanzar la ballenera?—le interrogó otro.

—No, señor, libreme Dios; quería acercarme solamente, lo más posible, para ver si la ballenera traía gente de desembarco en el fondo para volver á avisarlo á los heroicos defensores de la federación é incitarlos á triunfar ó morir por el padre de cuantos hijos tiene Buenos Aires, y por el señor don Felipe y su respetable familia.

3 Una grita estrepitosa contra los franceses y en loor de la federación y de los federales sucedió al discurso de don Cándido entre la multitud de marineros del puerto y carretilleros que se habían acercado, con el agua á la rodilla, hasta el lugar de aquella escena en que todos esperaron ver un desenlace trágico.

El coronel Crespo, el comandante Jimeno, Lamrazábal y todos cuantos estaban sobre la pequena barranca de la Capitanía, no sabiendo lo que pasaba, y queriendo saberlo cuanto antes, dieron tan fuertes gritos é hicieron tan violentas señas á los de á caballo, que uno de éstos hizo subir á dou Cándido á la grupa, medio cargado por algunos comedidos entusiastas de los que allí había.

Y he aquí que condujeron en triunfo hasta la alameda al imperterrito secretario de Su Excelencia, que se habia arrojado al agua para observar el fondo de la ballenera francesa.

Inútil es decir todas las felicitaciones que recibió don Cándido. Pero no podemos callar que, pretexto de estar mojado, el maestro de Daniel se despidió muy pronto de sus decididos amigos, y que, por una reacción natural en su organización,