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Y a positivo que le dan esos consejos al general Lavalle?—preguntó el doctor Alcorta.

—St, señor; se los dan los más de la comisión argentina, que no quieren esperar nada sino de un gran ejército.

— Ah, si yo fuera Lavalle —exclamó Eduardo.

—Si fú fueras Lavalle, estarías loco. El General está contrariado por todos y por todo. La resistencia del comandante Penau i descrubarcar el ejército en el Baradero, en vez de llevarlo á San Pedro, ha hecho que el General perdiese el tiernpo y los caballos que lo esperaban en el primer punto. La hostilidad de Rivera le traba todas sus medidas hace un año. El alucinamiento de los doctores unitarios le hace concebir un mundo de esperanzas risueñas, de facilidades deslumbrantes, sobre las simpatías que hallará en la provincia, y el General viene y toca la realidad, y no halla tules simpatías. Un centenar de cartas contradictorias le llegan todos los días de Montevideo, ú él, á sus jefes, á sus oficiales que avance, que no avance, que espere, que no espere. No hay diez hombres que piensen del mismo modo. Y el General duda, vacila, terne marchar contra opiniones, respetables por el nombre, que llevan, y marcha con lentitud, hoy distrayendo sus fuerzas en perseguir á un caudillejo, mañana á otro, y estamos ya á 3 de septiembre y no ha llegado á una legua de Luján, y entretanto Rosas se repone moralmente, sus hombres van volviendo en sí del primer momento, y se acercará á la ciudad, quizá para verla y volverse ó quizá para que corra mucha sangre, que hace quince días, ocho días, se hubiera podido evitar—dijo Daniel con un acenLA