Página:Amalia - Tomo III (1909).pdf/184

Esta página no ha sido corregida
— 180 —

la fortuna que se les presenta á dos pasos. ¡Fatalidad, raro destino el que persigue á este partido, y con él á la patria—exclamó el joven pascándose siempre precipitadamente por el salón, mientras don Cándido le miraba estupefacto.

—Bien decimos entonces los federales...

—Que los unitarios no sirven para un diablo; tiene usted razón, señor don Cándido.

En ese momento, dos fuertes aldabazos se sintieron en la puerta de la calle.

V PÍLADES ENOJADO

Don Cándido se estremeció.

Daniel cambió de fisonomía como si le hubiesen quitado una cara y puesto otra: antes visiblemento alterada y descompuesta, ahora tranquila y casi risueña.

Un criado apareció, y anunció á una señora.

Daniel dió ordon do que entrase.

—Me irá, hijo mío?

—No hay necesidad, señor.

—Es verdad que yo no quisiera irme, sino esperar á que tú salieras para acompañarte.

Daniel sourióse. Y en ese momento, una mujer que sonaba como si estuviese vestida de papel picado, con un moño federal de media vara y unos rulos negros, duros y lustrosos, sobre una cara redonda, morena y gorda, tal como si el médico