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»miados los esfuerzos de los soldados de la pa »tria entre los que ocuparán un lugar distinguido »los bravos defensores de San Pedro.

>Hará usted saber las noticias que le comunico »en el partido de su mando, en la seguridad de »que el ejército libertador no imita el sistema de »mentir con que el tirano intenta ocultar su crf»tica situación.

»Enviaré usted una copia de esta nota al juez »de paz del Baradero.

»Dios guarde á usted.—Juan Lavalle.» —¿Qué te parece?—preguntó don Cándido luego que Daniel hubo concluido la lectura del documento.

El joven no contestó.

—Se vienen, Daniel, se vienen.

—No, señor, se van—repuso éste; y estrujando el papel entre sus manos se levantó y empezó á pasearse en el selón, marcando en su rostro la impaciencia y el disgusto.

Te has enloquecido, Daniel?

—Son otros los que se han enloquecido, no yo.

Pero si han derrotado á López, mi estimado y querido Daniel:

No vale nada.

—Si ya están en la guardia de Luján.

—No vale nada.

No ves el entusiasmo ardiente, fogoso, tremebundo de que están animados?

—No vale nada.

—¿Estás en ti, Daniel?

—Sí, ; los que no están en sí son los que están pensando en las provincias, revelando con eso que no confían en sus propios medios ni ven