Página:Amalia - Tomo III (1909).pdf/180

Esta página no ha sido corregida
— 176 —

—T — 170Ah, luego era una confidencia politica lo que venía usted & haverme?

—No he dicho tal.

—Y apostaría que trae usted en el bolsillo de su levitón algún papel importante.

—No traigo nada.

—Y apostaría que, si á algún hermano federal se le antoja registrarlo á usted al salir de ach, por ver si lleva armas, y le encuentra el papel, lo despacha á usted en un abrir y cerrar.

—¡Daniel!

—Señor, ¿me da usted los documentos que me trae ó no?

—Bajo una condición.

—Veamos.

Que no me exigirás que continúe faltando á mis deberes.

—Tanto peor para usted, porque Lavalle, no pasan cuatro días sin que esté en Buenos Aires.

Y qué tú no responderias de los inmensos servicios que he prestado á la libertad?

—No, si usted se para en la mitad del camino.

Y crees que entre Lavalle?

—Para eso ha venido.

—Mira; aquí entre los dos, yo también lo creo; y es por eso por lo que venía á verte. Ha habido un contraste.

—En quién? — preguntó Daniel con viveza, sonrojándosele un poco el semblante, donde en pocos las habían hecho un notable estrago las diferentes impresiones que invarían su alma.

Pálido, ojeroso, desencajado, se parecía más ese dia á nu joven libertino que echa la vida y la saJud por la puerta de los sentidos, que á un joven