Página:Amalia - Tomo III (1909).pdf/179

Esta página no ha sido corregida
— 175 —

nidad le hablaré del secretario del señor don Fe lipe.

—Conque, entonces, yo soy hombre al agua?

—No, señor, hombre al aire será usted, si persiste en habler tanta tontería como lo ha estado haciendo.

—Pero, Daniel, hijo mío, no ves mi cara?

—Sí, señor.

Y qué notas en ella?

—Miedo.

—No, miedo no, desconfianza, efecto de las terroríficas impresiones que me acaban de dominar.

—¿Y qué hay?

—De casa del señor Gobernador hasta aqui, me he encontrado dos veces con esos hombres que parecen... que parecen...

¿Qué?

Que parecen diablos vestidos de hombre.

—U hombres vestidos de diablo, ¿no es eso?

¡Qué caras, Daniel, qué caras! Y sobre todo esos cuchillos que llevan. ¿Crees que uno de esos hombres sería capaz de ratarme, Daniel?

—No me parece. Qué les ha hecho usted?

Nala, nada. Pero imaginate que me confundan con otro, y...

—Bah, dejemos eso, mi querido amigo. Usted me ha dicho que salió de casa de Arana para venir aquí, ¿no es eso?

—Si, si, Daniel.

—Luego, usted traía un objeto en su venida.

—SI .

Y cuál era, mi amigo?

No sé; no quiero decirlo ya. No quiero más política ni más confidencias.