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Y ante semejantes planes militaros renegaban de la suerte que los había puesto bajo el mando de aquel bruto, como le llamaban Mansilla, Soler, y otros que habían ceñido la espada desde los primeros días de la Revolución de América.

I Pero, parece increible: este mismo trastorno de lo natural, esa mismia vulgaridad é ignorancia de Rosas, servían para que la fanática plebe de su partido, y muchos también que no eran plebe, dijesen y creyesen que, todo aquello que veían y los sorprendfa era efecto del genio del Restaurador, que se escapaba á la penetración de los demás.

—El sabe lo que hace—lecían.

Y sin embargo, la verdad era que el genio no sabía una palabra de lo que estaba haciendo, ó de lo que debía hacer, en orden a la defensa militar y se lo llevaba un trabajo asiduo y laborioso, dentro de sí mismo, pensando y combinendo los medios de satisfacer sus bárbaras venganzas en el caso de triunfar, que ya empezaba á ver como muy probable, sin más ciencia que sus instintos y su sagacidad, puraraente orgánicos, puramente animales: ora combinando nombres para encontrar víctimas, ora combinando en su iden el medio de arrojar á la mendicidad la mitad de Is población; nuevo y el más espantoso de sus delitos, que debía convertirse en ley dentro de pocos días.

✓ Entretanto, y á medida que los sucesos se precipitan, el lector tendrá que acompañarnos, con I misma prisa que esos sucesos, á todas partes y con toda clase de personas. Y al llegar más pronto que Corvalán de Santos Lugares a la ciudad, y al recorrer sus calles, ora en largas longitudes, tristes, solitarias, lúgubres; ora teniendo que em-