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>tario como ellos, sino porque todos viven así, en »la más completa anarquía.

>Todos los días llegan fugados de esa. Me cons»ta que la mayor parte se embarcan por la costa »de San Isidro en balleneras francesas que van á »buscarlos; y me parece que ese punto es el que »debe ser más vigilado.

»Mazana volveré á escribir á Vuecelencia como »lo hago en todas las ocasiones que me es po»sible.

»La letra de cien onzas me fué pagada á la »>vista..

»Quedo haciendo votos por el tributo de Vuece»lencia.» —No hay más.

—Mire—dijo Rosas dirigiéndose á Corvalán,—usted se va a la ciudad, ¿no?

—Como Vuecelencia lo ordene.

—Tiene que hacer. Busque á Cuitiño y digale que me han escrito de Montevideo que está deando escapar por plata á los unitarios que se emibarcan por la costa de San Isidro; que yo no lo creo, pero que no deje que los salvajee unitarios le estén sacando el cuero de ese modo; y que yo he de ir una noche de éstes á pasear por la costa.

—Muy bien, Excelentísimo Señor.

—X cuento á los amigos, y á él también, todo lo que ha visto y oído por aquí... ¿Me entiende?

—Sí, Exceléntísimo Señor.

—No está Maza ahí en la puerta?—preguntó Rosas al soldedo que estaba con el mate, en el que, de cuando en cuando, tomaba Rosas algunos tragos.

—Ahí está—reepondió aquél.

—Que venga.

AMALIA 10.—TOMO III