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—Nada absolutamente, Excelentísimo Señor.

Están alegres?

—Sí, señor.

Y Victorica, cómo está?

—Anoche lo he visto; está muy bueno, Excelentísimo Señor.

—Cuando lo vea, déle memorias. Como ayer no ha venido en todo el día, creí que se había muerto el gallego. Y á don Felipe, lo ha visto?

—Sí, Excelentísimo Señor.

Y Rosas soltó una estrepitosa carcajada.

¡Qué miedo tendrá el Gobernador delegado l Conque no hay nada?

—Hace dos horas que han llegado por agua estas comunicaciones.

—A ver, traiga.

Rosas tomó los pliegos, los abrió, y luego de leer las firmas, se los tiró & uno de los escribientes.

—Lea—le dijo, y volvió á pasearse.

El escribiente leyó:

«Señor don Juan Manuel de Rosas.

Campamento general, abril, llanos de La Rioja.

Agosto 8 do 1840.

»Mi apreciado Gobernador y General.

>El del corriente, á las 4 de la tarde, arribó »i este destino don Lucas Llanos con sus apre»ciables correspondencias del 2 y del 18 del pa»sado; por ellas quedo impuesto de que usted se »ha dignado acceder á las indicaciones de mi car»ta de 30 de junio sobre el vestuario, sables, et»cétera, cuya remisión se activará, desde Córdo-