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— · 139 tación; mientras, los escribientes y el edecán, á quienes no había saludado, permanecían de pie junto á las sillas que un momento antes ocupaban.

Inmediatamente apareció un soldado, y paróse en la puerta, con un mate en la mano. Allí quedó clavado.

Rosas continuaba sus paseos.

Al volver de uno de ellos, estiró el brazo, cogió el mate, tomó dos ó tres tragos, sin moverse, volviólo al soldado, y siguió sus paseos.

El soldado quedó en su mismo lugar con el mate en la mano.

Al cabo de dos ó tres minutos volvióse á repetir la misma escena, hasta que, habiendo sonado el aire entre la bombilla, el autómata salió á renovar el ague.

Y los secretarios y el edecán permanecían de pie.

Y Rosas continuaba sus paseos.

Y el cebador del mate iba y venia.

Y esta pantomima duró por tres largos cuartos de hora, cuando menos.

En uno de esos paseos, paróse de repente junto á la mesa y dijo, con una cara muy alegre, á los escribientes, y como si sólo entonces reparase en ellos:

—Siéntense, no más.

Los escribientes se sentaron.

Luego, volviéndose á Corvalán, preguntóle como admirado:

—¡Qué había estado ahí?

& —Si. Excelentisino Señor.

Cuándo vino?

Hará como una hora.

¿Qué ha ocurrido en la ciudad?