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Ante ese reto & muerte de los dos principios, de las dos espadas, en el estrecho palenque de Buenos Aires, la actitud de las provincias, cualquiera que fuese, y hasta la misma cuestión francesa, eran ya cosas secundarias é indiferentes para el resultado del duelo.

L Lavalle y Rosas representaban los dos principios opuestos de la revolución.

Ya estaban frente á frente.

Su voz se oía.

Sus armas se tocaban. Y el que cayese debía arrastrar en su caída toda su causa, con todas sus ramificaciones, más o menos extensas que éstas fuesen.

Y ante este verdad, que los sucesos debían justificar más tarde, desgraciadamente, el genio de la política y de la guerra se manifestó rebelde, y se negó á inspirar en la cabeza del cruzado la idea de que el mundo no tenía más limites para la libertad argentina, que los que marca el plano de la ciudad de Buenos Aires. Spartacus mató su caballo antes de entrar en la batalla. Cortés quemó sus naves. Lavalle debió deshacerse de naves y de caballos.

Pero no fué así.

Rozándose con Rosas, todavía se pensaba en les provincias, todavía se pensaba en la Francia; sin calcular que si Levalle retrocedía, Roses se levantaba más alto que la cuestión francesa y que la liga provinciana; sin calcular que si Buenos Aires era tomada, ya no había punto de apoyo para el edificio de la tiranía en la República, ni vacilacion en la cuestión internacional.

Entretanto, la pluma del romancista se resiste, dejando al historiador esta tristísima tarea, á dee-