El general López de Santa Fe, empezaba á obrar á retaguardia del ejército.
Don Vicente González y otros jefes de Rosas, por el flanco derecho.
Y & su frente el Dictador se atrincheraba en su campamento de Santos Lugares. Y, débil en los primeros días de la invasión, se hacía fuerte, moral y materialmente, por la lentitud de su enemigo.
La vista se dilataba en todos los horizontes tormientosos de la República. Pero el rayo que debía herir la cabeza de la libertad ó de la tiranía, no se forjaba en círculos tan lejanos, sino entre las nubes que se ceruían sobre el espacio de Luján á Buenos Aires.
El general Paz contaba ya en Corrientes con un ejército de dos mil hombres, que disciplinaba con su pericia y habilidad exclusivas.
El gobernador Ferré juraba «sepultarse en las >ruinas de su provincia antes que consentirla es>clava.» Las provincias de Córdoba, San Luis y San Juan, se inclinaban á entrar en la gran liga, y so negaban ya á dar al fraile Aldao los auxilios que solicitaba.
El general Lamadrid pisaba ya en el territorio de Córdoba.
Aldao escribía á Rosas, con fecha 8 de agosto, desconfiando de todo el mundo, «hasta de su sombra.» Pero qué importaba todo eso?
El gran problema estaba en Buenos Aires.
El triunfo ó la derrota general estaban pendientes del resultado de la expedición libertadora ell la provincia de Buenos Aires.