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mañane en casa de mi protector Daniel, y que otra vez lo vi á usted al salir del zaguán de mi casa on aquella noche en que....

Despacio !

—Bien. Agrego á usted que en este momento el cura Gaete está durmiendo la siesta en mi casa.

—¡En los infiemos debicra estar durmiendo!

Despacio !

—Prosiga usted, buena mujer, prosiga usted.

—Durante la comida ha blasfemalo contra usted y contra Daniel. Ha hecho brillar en su mano un puñal más grande que el de Bruto; y, con los furores de Orestes, ha jurado perseguirlos á 148tedes con más encarnizamiento que Montegon y Capuleto.

Qué horror!

—Pero hay más.

& Más que matarnos?

—Si, hay más: ha jurado que desde esta noche, él y cuatro más ve á espiarlos á usted y á Daniel para asesinarkos donde los encuentren.

Desde esta noche!

Oh! al lado del pensamiento de Gaete es nada este verso de Greon:

Morir, morirás, moririn ellos Todos perocerán...

Conoce usted la Argia, señor don Cándido?

—Déjeme usted de comedins, señicra—dijo don Cándido pasándose la mano por su frente bañedla de sudor.

—No es comedia, es una estupenda tragedia.

Qué más tragedia que la que pasa, Santo Dios—exclamó don Cándido.