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»las entrañas de este pueblo. Ese ferómeno se »explica, se justifica, puedo decir, pero no es »tiempo de averiguaciones filosóficas, sino de to»mar los hechos existentes, buenos ó malos, y asar sobre ellos el cálculo de operaciones fijas.

>Y es sobre el hecho de la no revolución en Buenos Aires, sobre lo que debe calcular sus opers»ciones el ejército libertador.

» Sin más auxilios que los suyos propios, de»be, ó no, seguir sobre Roses el general Lavalle?

»Tal es la cuestión que pueden proponerse alg»nos, especialmente le comisión argentina, que >discurre tanto, aunque con tan poco buen éxito, »desgraciadamento.

— »Antes de resolverla, sin embargo, yo querria »hacer entender al general Lavalle, y á todo el »mundo, que el poder de Rosas no está en los »esteros, zanjas, cañones y soldados de Santos »Lugares: está en la capital, está en el fuerta.

»Puedo decir: Buenos Aires es la cabeza; todo »lo demás no son sino miembros subordinados.

»Es de Buenos Aires de donde ha de partir la reac»ción en la corriente revolucionaria, que debe des»cender de ésta para surcar por toda la Repú»blica. Y en este caro el problema á resolver no >es otro que si conviene ó no invadir la ciudad >por alguno de los flancos de los campamentos de >Rosas, y tomar posesión de ella, dejándolo á él »dueño de la campaña.

»En la posición del general Lavalle, yo no va»cilería en aceptar el primer caso, porque me »asiste la convicción de que, si el ejército se re»tira, la cuestión se pierde y se pierde el ejército »y en een coyuntura, yo preferiría arriesgar esa