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valor. A pesar de que he oído que, hablando de esto alguna vez, en 1835, dijo que usted no servía sino para revueltas de á real y medio.

Mansilla acercó violentamente su caballo al de Daniel, y le dijo con uns voz nerviosa:

—Son propias de ese gaucho bruto esas palabras; pero sabe usted pcr qué las ha dicho?

—Por broma quizá, General contestó Daniel con la mayor sangre fría.

—Porque me tiene miedo—dijo Mansilla apretando el brazo de Daniel, y adjetivendo el nombre de Rosas con aquella palabra que debía ser pronunciada bien claro, para poder ser Rey de España, según decían los españoles, en su última gucita con los franceses.

Aquella brusce declaración era, propia del carácter de Mansilla, mezcla de valor y de petulancia, de arrojo y de indiscreción. Pero la situación era tan grave, que no dejó de conocer pronto que había avanzado demasiado en sus confianzas con Daniel; mas era tarde ya para retroceder, y creque lo mejor sería arrancar iguales confianzas de su compañero de ronda, y le dijo con su astucia natural:

vo —Yo sé que ai pegase un grito, tendría toda la juventud en mi favor, porque ninguno de ustedes quiere este orden de cosas en que vivimos.

¿Sabe usted, General, que yo creo lo mismo?

—le contestó Danicl, como si por la primera vez de su vida se le ocurriese tal idea.

—Y usted sería el primero en estar á mi lado.

En una revolución?

En... en cualquier cosa—dijo Mansilla no atreviéndose á pronunciar aquella palabra.