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fin, nosotros debemos estar siempre al lado del Restaurador.

El doble sentido de esa palabra no se le esca.pó á Daniel; pero prosiguid con una naturalidad infantil.

—Sí, él es digno de que ninguno le abandonemos en este trance.

—No crea usted que es terrible; este hombre tiene mucha suerte.

—Es que representa la causa federal.

Que es la mejor de todas, no es verdad?

dijo Mansilla, mirando & Daniel.

—Así lo he aprendido en las sesiones del Congreso constituyente.

Mansilla se mordió los labios: él había sido unitario en el Congreso; pero Daniel tenía tal aspecto de sencillez, que el astuto viejo no pudo comprender bien si aquellas palabras eran ó no un sarcasmo.

Daniel continuo:

—Causa que nunca habrá de ser destruida por los unitarios. No hay que equivocarse: solamente los federales podrán dar en tierra con el general Rosas.

—Parece que tuviera usted cincuenta años, señor Bello.

—Es que me fijo mucho en lo que oigo.

Y qué es lo que usted oye?" —La popularidad de que gozan algunos federales; usted, por ejemplo, General.

—¿Yo?

—Sí, usted. Sin los lazos de parentesco que lo unon al señor Gobernador, éste vigilaria mucho sobre usted, porque no debe ignorar la popularidad de que goza, y, sobre todo, su talento y su