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Nuestra buene ciudad no duerme, General, ¿no nota usted que es cierto lo que le digo?

—Todos esperan, amigo mío—contestó el general Mansilla, de cuyos labios rara vez salía una palabra sin malicia, sin doble sentido ó sin sátira.

Pero todos una misma cosa, General?

—Todos.

—Es asombrosa la mancomunidad de opiniones que reine bajo nuestro sistema federal Mansilla dió vuelte y míró furtivamente á aquella calhaja», como él decía, y luego contestó:

—Especialmente en una cosa. ¿La adivina usted?

—Palabra de honor, que no.

—Hay una admirable mancomunidad de deseos de que esto se acabe cuanto antes.

Esto? ¿Qué es esto, General?

Mansilla volvió a mirar á Daniel, porque la pregunta era una estocada á fondo sobre sus confianzas.

—La situación, quiero decir.

—¡Ah, la situación! Pero para usted no pasar nunca la situación política, general Mansilla.

—¿Cómo así?

—Usted no es hombre para vivir en la vida doméstica; necesita usted los asuntos públicos, y, sea en favor, sea en oposición al Gobierno, habrá usted siempre de figurar en nuestro país.

—Aunque entrasen los unitarios?

—Aunque entrasen. Hay muchos de nuestros federales que figurarán entre ellos.

—Sí; y algunos estarán en un puesto muy eminente, por ejemplo, en la horca; pero, 20 .