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domicilio la única garantía posible á los que temían á cada paso encontrarse con el puñal ó con el chicote de la Mazorca.

Ni siquiera el sueño venía en auxilio del inquisto y abrumado espíritu de los habitantes de esa infeliz ciudad. Ics deseos eran demasiado vivos, y demasiado punzantes las improsiones del momento que atravesaban, para poder encontrar en el sueño el clvido de la vigilia. Y no bien las herraduras de la cabalgata del jefe de dia resonaban en el empedrado de las calles, cuando alguna sombra se proyectaba desde una azotea, algún postigo de una habitación en tinieblas ac entreabría para dar peso á una mirada inquieta y buscadora, Un caballo á galope daba origen á imaginar un chasque que volaba á anunciar una traición, una victoria, una derrota.

Un ruido cualquiera, cuya explicación no se podía encontrar en el momento, era clasificado de cañoneo ó de tropel de gente armada.

Y para més de uno, la comitiva de Mansilla pareció acaso un escuadrón del general Lavalle que se había precipitado á la ciudad.

Era la causa política lo que ponía á los esplritus en esta irritabilidad nerviosa? Era más que eso era la causa política y la causa individual lo que los sujetaba á esc penoso modo de existoncia, porque á las opiniones de la causa común ligado estaba para cada individuo el ezar de su propio destino.

Los federalistas, por principio, sabían bien que no había que temer individualmente del triunfo del principio unitario, porque tal principio no venía campeanda, ni el jefe de la cruzada libertaAMALIA 8.—TOMO III