—Eso no se dice, señor Mariño: se cuertan los milagros sin nombrar á los santos; pero hablaban de ello y sería bien desagradable que esto llegase á oídos del Restaurador.
L Mariño se puso pálido.
—Habladurías dijo.
4 —Por supuesto. Habladurías.
—Sin embargo, no repita usted esto á nadie, señor Bello.
—Palabra de honor, señor Mariño; yo soy uno de los hombres que más admiran el talento de usted, y tengo especiales motivos para estarlc á usted grato, por el servicio que quiso prester á mi prima.
Y su prima de usted está buena?
—Muy buena, gracias.
La ha visto usted?
—Esta tarde he estado con ella.
—He oído que se ha mudado de Barracas.
—No. Ha venido á pasar unos días á la ciudad, pero se vuelve pronto.
—Ali, se vuelve?
De un día ú otroriño.
—Vamos, Bello—gritó el general Mansilla ya de á caballo.
—Vamos, General; buenas noches, señor Ma—Recomiendo á usted el olvido de estas habladurias, señor Ballo.
—Ya no me acuerdo de ellas; buenas noches.
Y Daniel saltó en su caballo y salió de la fortaleza con el jefe de día, dejando á Mariño lleno de perplejidades y zozohra, sin poder clasificar bien á ese joven que por todas partes se le escapaba, y por todas partes se te entraba en sus negocios