¿Cree usted, General, que esta noche no haya novedad?
—Ninguna.
—Se retira usted ya?
—Sí; voy á visitar otros cuarteles y me voy á dormir.
—Lleva usted un buen compañero.
Quién?
—Bello.
Ah, es una alhaja este muchachol ¿De qué, General?
—No sé si es oro, ó cobre dorado, pero brilladijo Mansilla, sonriendo, y dando la mano á Mariño.
En seguida bajaron por la gran escalera, y mientras Mansilla se reunía á su comitiva para montar á caballo, Daniel se acercó á Mariño y le dijo:
—Lo envidio á usted, comandante: yo quisiera tener también algún puesto donde poder distinguirme.
—6 Y sufriría usted por la federación los desvelos que sufro yo?
Tolo: hasta las murmuraciones.
Murmuraciones?
—Si.. Aquí mismo acabo de oir á algunos que criticaban algo de usted.
De mi?
—Decían que no ha venido usted á la fortaleza hasta las once de la noche, debiendo venir á las siete.
Mariño revolvió los ojos, y se puso colorado como un tomate.
Y quién decía eso, señor Bello?—preguntó Mariño con voz trémula de rabia.