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que acompaña siempre á los espíritus perturbados de improviso:

—Entonces, usted no ha paseado esta noche solo á caballo?

—Un poco.

Ah] —Estuve hasta las siete en casa del señor Gobernador delegado, y antes de ir á juntarme con el general Mansilla, di un paseo por esos lados diel Retiro.

Por el Retiro, en dirección á San Isidro?

—¡Pues en dirección á San Isidro. Pero me acordé que tenía que hacer una diligencia por el Socorro, y dejé de repente mi paseo envidiando la suerte de uno que iba delante de mí, y que siguió sin tener que hacer diligencias.

Adelante de usted?

—S, en dirección á San Isidro por el camino de arriba contestó Daniel con una candidez tal, que Mariño acabó de perder la cabeza, empezando á convencerse de que él mismo se había burlado á sí mismo.

¿Qué quiere usted?—continuó Daniel—nosotros no tenemos un momento nuestro.

—Así cs.

Oh, si yo tuviera el talento de usted, señor Mariño! si yo supiera escribir como usted sabe!

mis desvelos entonces podrían ser útiles á nuestra causa; pero ando de aquí para allá todo el día y toda la noche, y maldito lo que hago eu beneficio del Restaurador.

—Cada uno hace lo que puede, señor Bellocontestó Mariño, en cuya alma, más torcida que sus ojos, ni la lisonja hacía impresión.

—¡Cuándo estaremos en paz y veremos afian-