dos demonios por este camino, á riesgo de rompernos la cabeza de una rodada.
Veremos si lo alcanzo.
—Nos lleva veinte minutos.
—No tanto.
—Y más.
—Al menos, diez hemos reconquistado ya.
Y si lo alcanzáramos?
A Roma por todo.
¿Qué?
Que le busco pendencia y lo atravieso de una estocada, M — Magnífica idea 1 —Si no es magnífica, á lo menos es terminante.
—¿Olvidas que son cuatro?
—Aunque sean cinco; pero son tres solamente:
él y sus dos ordenanzas.
Son cuatro: Mariño, dos ordenanzas, y yo.
¡Tú?
Yo.
Tú contra mi?
—Contra ti.
. —Enhorabuena.
Tal era el diálogo de los jóvenes, mientras hacían volar sus poderosos corceles; y ya habían andado legua y media de las tres que tenían que recorrer, cuando Daniel, que empezaba á temer que á tal carrera saliera Eduardo con su loca idea, que era preciso evitar á todo trance, se aprovecho de la aparición de dos hombres á caballo que divisó hacia la derecha del camino, y que marchaban en la misma dirección que ellos.
—Vé allí; allá van tres hombres, Eduardo...
á nuestra derecha... como á dos cuadras... los ves?