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Pedro: durante comíamos, ¿dónde estaba Fermin?

No se ha movido de la cocina después que guardamos los caballos en el cuarto caído.

—¿Y ni usted, ni él han sentido cosa alguna en el camino, ó cerca de la casa?

—Nada, señor, —Sin embargo, un hombre ha estado largo rato, al parecer, contra las ventanas del aposento de Luisa.

El soldado llevó las manos á sus canos bigotes, y, fingiendo retorcerlos, se dió un fuerte tirón de ellos.

—Usted no lo La sentido, Pedro. Eso ha podido suceder, pero es necesario mayor vigilancia en adelante; llame usted & Fermín y entretanto ponga el freno al caballo que él monta.

Pedro salió sin responder una palabra, y al instante entró el criado de Daniel.

—Fermin, necesito saber si hay hombres á cahallo entre los olivos; y si no están ahí, quiero saber qué dirección acaban de tomar, y cuántos eran; si de allí han salido, no hará cinco minutos cuando tú llegues.

Fermín se retiró, y en el acto Daniel, Amalia y Eduardo, pasaron al aposento de Luisa, y abrieron la ventana, desde donde se descubia el camino y los cuarenta ó cincuenta árboles que aparecían á tres cuadras de la casa, como otros tantos fantasmas que visitaban aquel solitario paraje.

Pocos minutos hacía que estaban observando el camino en dirección á los árboles, cuand imali dijo:

—Pero ¿por qué tarde en salir Fermín?

AMALIA 7. TOMO III