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Carmen de Burgos
convertido en respetuoso culto satisfacía su vanidad; á su lado se aburría menos; eso era todo.
Un día Mercedes fué con los la bradores á una romería cercana.
Ocupó gozosa su puesto entre las mozas, esperando impaciente el momento en que Manolillo fuese á reunirseles; pero entre las concurrentes á la fiesta había algunas amigas que le hablaron del mundo olvidado entre los répliegues de aquel apartado rincón, y la oleada del recuerdo llegó hasta ella espumante de alegría y de placer.
Queriendo substraerse de aquella impresión, buscó con la vista á Manolillo, y lo vió con timidez de aldeano sin atreverse á llegar hasta ella.
Mercedes fué á llamarlo y se detuvo. ¡Qué vergüenza! ¿Qué dirían