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El fiscal
sueños que habíamos forjado; ellos eran mi vida y con ellos se va.
No creas que te recrimino; en mi sencillez de rústica campesina: yo no entiendo eso que llamáis problemas sociales; pero yo no puedo comprender que el hombre esté autorizado para matar á otro hombre, y tan criminal me parece el que sentencia á muerte como el que ha cometido el delito.
Perdóname; sé que esto no es así, y, sin embargo, yo no puedo ver moverse tus labios sin pensar que de ellos ha salido la muerte de un hombre; yo no puedo oir tu voz querida, sin pensar que vibró para pedir esa muerte; yo no puedo acariciar tus cabellos, sin pensar que tu cerebro concibió ideas brillantes y elocuentes que habían de privar de la vida á uno de nuestros semejantes; yo no